Por
Tere Ubillús
Publicado en el Semanario
"Hora Cero"
(Del 12 al 18 de junio)
Lo que estás pensando es lo que eres y sientes. Es decir, si te sientes feliz, optimista o, la palabrita más de moda ahora, “positivismo”, todo te irá bien. Pero, déjenme decirles que es cierto. No obstante, si desde que te levantas de la cama con pensamientos negativos, que todo te irá mal, que “ojalá” te salga bien tal o cual proyecto, permítanme decirles que desde que piensan negativamente y pronuncian el término “ojalá”, denlo por hecho, que nada estará bien.
A qué viene todo este preámbulo, usando la metafísica, siempre. Estamos amenazados, no, yo más bien diría estamos con la “psicosis” que en cualquier momento se produciría un gran terremoto, una catástrofe, en la que desaparecerá casi todo Lima, la costa peruana, en fin. Ya no saben que inventar. Sí, señores, para mí eso es fruto de mentes (pensamientos), que buscan que se produzcan esas desgracias. Si todos ponemos “mente positiva” y pensamos que hay un Dios que nos protege y nos desea lo mejor; porque nadie me va a negar que nuestro país está muy bien económicamente, frente a otras economías de nuestro bello planeta. Tenemos las mejores comidas, el mejor Pisco Sour del mundo, motivos suficientes para mantenernos siempre optimistas. No atraigamos con nuestros pensamientos pesimistas: las desgracias, llámese: catástrofe o cataclismo, que por ahí leí en un diario sensacionalista, que todos los días informa sobre el mismo tema.
No soy una extraterrestre, no, para nada ¡Eh! El temblor del viernes por la mañana me hizo brincar de la cama, mientras meditaba lo que haría en el precioso día que Dios me regala cuando abro los ojos y digo: “Gracias, por otro día más con los míos”. De inmediato me paré y dije a los que están en mi casa: “Tranquilos que ya pasó”. No es por nada, pero ante una situación, que ruego al cielo “nunca pase” (Vamos todos piensen lo mismo: “QUE NUNCA SUCEDA”), tengo por costumbre mantener la calma; tanto que mis hijas y mis padres son los que me piden que baje, si estoy en el segundo piso de mi casa o que salga del lugar donde me encuentre; pero les contesto: “Ya pasó. Tranquilos”. Aunque los últimos temblores, ocurridos a la medianoche, sí tuve que bajar por mi madre, a quien tengo que poner a buen recaudo, debido a que requiere de ayuda para su movilización. Solo ella me hace bajar en esas circunstancias y por la hora (de noche). Cuando han sido de día continúo con mis actividades normales.
Pese a que he vivido los terremotos del 70 y 73, siendo una niña de 6 y 9 años, respectivamente. Recuerdo el primero, que acompañaba a mi madre a la procesión del Señor de Los Milagros, en el distrito de La Victoria, en Lima. Vi que todos corrían despavoridos y mi mami muy nerviosa me tenía fuertemente de la mano y caminamos aceleradamente a ver a mis hermanos. El mayor estaba en el colegio, donde se cayó una pared y hubo alumnos heridos; mi otro hermano, el más pequeño, estaba con mis abuelitos paternos; mi padre estaba solo en casa y salió a la calle. En el segundo sismo, nos tocó en vacaciones escolares. Mi mamá se disponía a ir a comprar el pan; mientras que mi papá se encontraba ensayando con la Sinfónica Nacional en el Teatro Municipal. Mi mamá corría por el interior de la casa, de dormitorio en dormitorio, para ponernos a buen recaudo. Salimos a pararnos en la puerta de la calle y luego nos preocupamos por nuestro padre. Hasta que llegó y nos contó cómo se sintió en el histórico teatro limeño. Por unos días dormimos en la sala, porque las réplicas del sismo eran muy seguidas.
El pasado 31 de mayo se convocó a todo el país a participar de un simulacro de sismo. Pero, señoras y señores, jóvenes y niños, nadie toma en serio esta advertencia, sobre todo, que sirve para SALVAR VIDAS y no tener que lamentarse. Sinceramente, observo que no hay conciencia sobre lo que se debe hacer en ese momento, que sin duda alguna es: ¡Mantener la calma!
Todos lo toman muy a la ligera, se ríen, caminan conversando cosas del día y nadie le toma importancia. Los responsables de estas convocatorias deben ser más explícitos en las recomendaciones a seguir, como, por ejemplo, hablar en esos momentos, durante el simulacro, sobre lo que se tiene que hacer y cómo se tiene que afrontar una situación de esa índole. Que ya les repito: Pensamiento Positivo: “NO SUCEDERÁ”. No porque lo diga yo, sino porque todos deseamos lo mejor para nuestras familias, amistades y para el mundo entero.
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